El lenguaje de Emmanuelle Moureaux no es el francés del país que la vio nacer ni el japonés que tuvo que aprender cuando se instaló en Tokio, sino el configurado por las 100 tonalidades bidimensionales con las que construye sus obras. Su porfolio se recoge bajo el término shikiri, que en su acepción tradicional alude a los paneles móviles de papel, pero cuyo grafismo ha alterado la arquitecta para añadirle un matiz: dividir el espacio con colores.