Escaleras hay infinitas, muchas más de las que uno alcance a imaginar. En el Hotel Siro aparecen diez, como las plantas que se alzan sobre el asfalto del distrito tokiota de Ikebukuro. ¿Y qué hay de especial en diez escaleras que unen diez plantas? Que estas son todas diferentes, volando más allá de la línea de la fachada y componiendo la estampa de la edificación que las sostiene, de la arquitectura cuyos forjados conectan.