Puede resultar tópico pensar en la minuciosidad nipona. Tan tópico como imaginar a los japoneses siempre calmados, pausados y tranquilos. Si no compramos esa imagen, acertamos a ver la realidad. En esa ambigüedad se mueven holgados, y es precisamente en esa brecha donde se encuentra el nuevo Mazda CX-60. Hablamos de un SUV, es decir: esos coches que parecen un todoterreno, pero no lo son.
El aro por el que pasan los progenitores a cambio de comodidad, espacio interior o amplitud del maletero mientras renuncian a todo lo demás… hasta ahora. Porque aquí no. Este SUV es una excepción, una divergencia: recordemos que en su genética reside el espíritu del icónico roadster más vendido del mundo: el MX-5, Miata para los adictos a sus sucesivas iteraciones.
En el Mazda CX-60 late la locura del deseado y extinto RX-8 y se evidencia el estilo Kodo: esa filosofía de diseño con la que Mazda sabe fingir normalidad, pero con la que demuestra que solo la excelencia es su valor. Nos referimos al placer de conducir y a la experiencia de movernos libremente; en este sentido, la firma japonesa es equilibrio. Los suyos no son vehículos superficiales de consumo rápido. No son libros comprados por su portada. Alguien que posee un Mazda CX-60 tiene la oportunidad de ahondar tanto como quiera en sus aptitudes.
El Mazda CX-60 es garantía de esa sencillez con la que la empresa nipona agrega detalles para ofrecer solo lo mejor. Mazda ha logrado alcanzar la exquisitez, deslumbrar con su estética y no defraudar al usuario.
Enlazando curvas en plena noche, el reparto de pesos y la rigidez torsional de su chasis lo pondrán todo de su parte. Las baterías de este híbrido enchufable ayudan a su bajo centro de gravedad. Mientras, no hay lugar más seguro que detrás de sus luces led. El concepto Kodo ha traído una sorprendente colección de faros, y los del Mazda CX-60 rozan la perfección. Hasta el latido pulsante de algo tan básico como el intermitente es especial. Hipnotiza.
A toda esta tecnología y equipamiento hay que sumar el sistema Harmonic Acoustics: el equipo de sonido con la proeza técnica de eliminar ruidos y vibraciones audibles del exterior. Si a esto añadimos el modo de reconocimiento facial que coloca retrovisores, asiento, volante y pantalla head up display en una posición memorizada, confirmamos que el CX-60 es garantía de esa sencillez con la que Mazda agrega detalles para ofrecer solo lo mejor. Y avisamos de la profundidad desde el análisis del puro diseño.
Si miramos a través de una lupa, podremos admirarnos de la manera en que las costuras del salpicadero se convierten en una suerte de moldura. Es una coherencia sobre la continuidad y el contraste de materiales: anudar texturas y buscar el equilibrio. El salpicadero es, además, una abstracción de las líneas dinámicas del frontal del coche, y conecta, así, exterior e interior. El resultado es único. Con el CX-60, Mazda ha logrado alcanzar la exquisitez, deslumbrar con su estética y no defraudar al usuario.