Pasajeros inmóviles del tiempo, preocupados —como todos en la actualidad— por la precariedad y por no llegar a final de mes, por la conciliación de la vida laboral y los hijos, por la urgencia de lo banal o por el desahogo que da perrear en mitad de la pista. Las obras de arte clásico viajan hasta nuestros días para mostrar los problemas terrenales como una certidumbre eviterna de la mano de Alexey Kondakov.